Yo era un
necesitado, no tenía ni cinco. Había decidido conocer el resto del país porque
necesitaba acercarme a todo ese universo musical que desde mi natal Santa Fe no
se podía aprender. Por entonces vivía, invitado por la familia Mothe, en una
casona que está a las afueras de Simoca; era una construcción bellísima,
rodeada de jardines, en medio de los cañaverales, aún hoy conserva una fuente
de agua surgente de hace 120 años. Me gustaba caminar por allí, solo, pensando…
de pronto oí que me llamaban, eran las cinco de la tarde, y como buenos
descendientes de franceses, tenían el hábito de tomar el té, siempre a esa
hora. La mesa estaba tendida pero aún no había nadie, era costumbre esperar
para disfrutar de la compañía y entonces fui directamente al piano, me senté y
toqué por primera vez una zamba completa, como si la hubiese sabido por años.
La dueña de casa que estaba escuchándome, comentó: - “Qué zamba tan tristecita,
¿cómo se llama? La tristecita, le respondí. Durante ese día creo haberla
repetido unas doscientas veces. Tal era mi entusiasmo y mi asombro. Y como de
letras se trata en este volumen, debo citar a María Elena Espiro, mi primera
esposa, quien, a poco de oírla, le puso una hermosa letra, aquella que comienza
con la lograda metáfora: Sangre del ceibal que se vuelve flor… Por entonces Antonio Tormo era el cantor
nacional por excelencia, el más recocido, el más admirado, así que se puede
comprender mi alegría cuando me visitó para pedirme la partitura porque tenía
intención de cantarla. Le entregué el borrador con la letra y su asesor
artístico, lo hizo desistir de cantarla puesto que consideraba a esa poesía
como difícil de transmitir, como algo fuera de estilo. Escribieron otra letra y
la publicaron. Nadie la cantó, ni siquiera Tormo. Cuando Los Fronterizos la
incorporaron a su repertorio les aconsejé cantar la letra de María Elena, así
lo hicieron y hoy es la única que el público reconoce, a pesar de la letra
escrita.”
Respecto de
esto, me contaba Don Ariel, que en estos años del cuarenta, tenía 20, 21 años,
viaja a Córdoba, allí donde estaba alojado había un piano, y se puso a tocar
temas del litoral, puesto que era santafecino, chamame, polcas. En una de esas
visitas , llega un señor, que le dice toque una zamba, Ariel responde, <No,
no se zambas>. Tiene que aprender esas obras del norte.
Otra de las famosísimas zambas de aquel boom del folklore, que
inmortalizó el gran pianista santafesino Ariel Ramirez. Tuve el gusto de
conocer a este gran maestro del folklore, y en el año 2000 el Instituto
Nacional de Antropología le realizó un homenaje y nosotros fuimos de la partida
brindando un recital con las obras de Ariel Ramirez para terminar cantando
juntos la Zamba de Usted.
En esa oportunidad Ariel Ramirez hacia pocas horas que llegaba de
Chile de actuar. Interprete entre otras esta bellísima zamba.
Ariel Ramirez, (nacido el 4/9/1921 – falleció 18/2/2010) - presidente de S.A.D.A.I.C. varios años -, que realizaba una tenaz labor de investigación de las expresiones folklóricas desde fines de los años cincuenta. Hermosas y delicadas zambas como –Zamba de Ud , La tristecita- comienzan a tomar difusión con cantores y conjuntos como Los Fronterizos, Horacio Guarany, Jaime Torres, Mercedes Sosa. Otras obras de A Ramirez son Agua y Sol del Paranà, El Paraná en una zamba, Los inundados. Esto es el campo. Milonga Uruguaya. Llegó a Bs As en 1943, contratado por Radio El Mundo, emisora a la que estuvo ligado durante diez años. La Tristecita fue la primera zamba que grabó en 1946, en los estudios de RCA Victor. Muchos conjuntos y solistas grabaron esta zamba.
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