De ascendencia negra y cuna humilde, adquirió
celebridad como payador y autor de más de quinientas composiciones, que el mismo
interpretaba. Según se afirma, ya en el año 1872 incursionaba en el arte de la
payada, siendo considerado el más antiguo y notable payador del Río de la
Plata.
El género poético musical de la payada no aparece documentado en España. Si se debe su existencia allì o a la indolencia de los investigadores españoles, es cosa que no se sabe. Pero, se lo ha documentado ampliamente en el Rìo de la Plata , Brasil, Chile, hay pocas noticias de él – quiere decir que debió de venir de una civilización matriz, y si no España, ¿Cuál? Es el enigma que nos ponen también el llamado erque o corneta, el erquencho y la canción tritónica llamada baguala, vidala ¿de dónde vinieron? No hay vestigios de procedencia indígena y tampoco en estos últimos casos, de procedencia europea.
La respuesta se sigue esperando de la labor folklorística, lo que adelanta la probabilidad de que nunca se produzca, pues cada vez se investiga menos en este campo. Pero, no sólo a los estudiosos del Folklore interesa la payada o arte de payar. También a los cronistas del quehacer cultural urbano, porque la especie y la profesión de payador subsisten aquí, en Argentina, Uruguay y Chile y màs que en las áreas rurales y aldeanas, escenario por excelencia de la tradición folk, en las mismas ciudades capitales y otras del interior. En teatros de Bs As, se realizan payadas de contrapunto, verdaderos desafíos poéticos cantados, lo mismo se realiza para el día del payador, en Argentina y Chile, que los chilenos le llaman Encuentro de la Paya.
Vale la pena mencionar a algunos otros
payadores criollos de la época: Sócrates Figoli, José Sprovieri, Arturo Mathón,
Nemesio Trejo, Generoso D'Amato, Aída Reina, Pancho Cuevas, (seudónimo de
Francisco Bianco), Antonio Caggiano, José Betinotti, Juan Pedro López, Miguel
Figoli, Ambrosio Río, Nemesio Constantino, Ramón Vieytes, Florio Silva, Ángel
Greco y Evaristo Barrios, entre muchos otros.
En la actualidad la payada sigue despertando interés en el público tradicionalista, pero se ha perdido lo que hacía apasionantes los intrigaos contrapuntos en cuartetas, que no desarrollaban un tema dado sino que consistían en cuestiones que en cuatro versos octosilábicos con rima abcb, se planteaban alternativamente dos payadores – desde luego al son de la guitarra- y las cuales debían ser contestadas en el acto.
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