Tucumán, Jardín de la República, año 2018
El Cielito, o Cielo, es danza del ciclo en que las parejas bailan sueltas y pertenece a la promoción de las "graves", como el Pericón. Es evidente, sin embargo, que en el ambiente colonial gauchesco del Plata adoptó modalidades y recursos muy propios de las danzas picarescas, lo cual explicaría sus castañetas y la vivacidad de alguna figura. Estos injertos atenúan pero no destruyen su filiación, en cuanto las clasificaciones obran sobre las líneas y características generales.
La cadena, la reja y otras suertes típicas de la promoción grave, permiten suponer que procede de alguna danza europea en boga hacia 1750 en los salones porteños, de donde habría pasado al suburbio y a la campaña, sosteniéndose aquí para tornar con distinto nombre al ambiente aristocrático de la época de la revolución. No deben causar extrañeza estos trasplantes; la presunción está justificada por numerosos casos bien conocidos.
Tengo por cierto que, cuando vuelve al ambiente aristocrático, incorpora a su juego una especie de vals, con enlace de la pareja, atentando de nuevo contra el rigor de las clasificaciones.
Tuvo amplia dispersión en la República Argentina y fuera de ella hasta mediados del siglo pasado, pero la simpatía resultante de su carácter nacionalista tradicional prolongó su decadencia hasta las últimas décadas. Hoy es danza extinta.
Ventura Lynch, a quien siempre necesitamos recurrir porque es el tratadista que nos espera donde no alcanzan los recuerdos, la cita en su libro y nos da una incompleta descripción en 1883; y Auturo Berutti la menciona en su ensayo de 1882 con palabras que revelan cierta confusión. Dice que el Cielito... "Es el Gato propiamente en todos sus detalles..." Pequeñas diferencias les encuentra: pañuelo en lugar de las castañetas del Gato y ritmo más pausado el del Cielito. Creo que es fácil confundir cualquiera de las danzas picarescas entre si, o un baile grave con otro grave; pero el Gato, danza picaresca típica, no es confundible con el Cielito, danza en que predominan figuras de la promoción grave, como la cadena o la reja. El inglés Cunninghame Graham alcanzó a ver el Cielito hacia 1870-1880 "como rezago de épocas de antaño", "en las casas de más rancias costumbres".
En La literatura de Mayo", Juan María Gutiérrez dedica a esta danza largos párrafos. Sustancialmente dice que su origen no es africano, que su música es sencilla y candorosa, que su juego coreográfico es decoroso y que en su texto combinan octosílabos con versos más breves. Añade que "salió de su oscura esfera desde los primeros días de la revolución" y que sus versos aluden a los acontecimientos políticos. Todo esto es verdad, pero lo mismo se puede afirmar de muchas otras danzas sin mayor riesgo.
Atahualpa Yupanqui, nombre artístico de Héctor Roberto Chavero (n. Juan A. de la Peña, Pergamino, 31 de enero de 1908-Nîmes, Francia; 23 de mayo de 1992), fue un cantautor, guitarrista, poeta y escritor argentino.
Es ampliamente considerado como el músico argentino más importante de la historia del folklore, considerado el primer nativista argentino. En 1986 Francia lo condecoró como Caballero de la Orden de las Artes y letras musicales.
La familia se trasladó en 1915 a Santiago del Estero, donde nacieron los demás hermanos.
Roberto nació en 1919. Víctor Manuel (“Vitillo”) en 1922 y Marcelo Raúl (“Machaco”) en 1923.
Corría el año 1938 y al folclore argentino todavía no había llegado el boom que lo popularizaría entre las capas medias, décadas después. Los hermanos Ábalos comenzaban a escribir la historia de la formación que dejó su sello en el folklore argentino. Fue en ese año que Adolfo, el pianista, compuso la zamba “Nostalgias santiagueñas”, transformada en clásico del cancionero y en himno provincial. Ese fue el evento elegido por el grupo para poner fecha de nacimiento a su conjunto q se mantuvo durante más de cinco décadas. Algunas de sus canciones son presentadas en forma instrumental y otras cantadas, como es la marca del grupo, a dos voces. Ese fue, precisamente, uno de los aportes importantes del conjunto al repertorio de tradición folklórica: el criterio integral con que gestaron su conjunto, vocal e instrumental a la vez. Otra marca sembrada por Los Hermanos Ábalos fue la del camino del piano en el folklore, popularizando su uso. Los temas de Los Ábalos son, en rigor, bellos en su simpleza, con algunos como Nostalgias santiagueñas o la Chacarera del rancho. Los cinco hermanos lograron la aspiración máxima de todo artista popular: que su obra deje de pertenecerles y pase a ser de todos, que su canto se confunda con el del pueblo.
Achalay Huasi, fue la mítica peña del grupo en Buenos Aires. Allí, en el subsuelo de la confitería Versailles, en Santa Fe y Paraná, es donde Los Ábalos hacían verdadera docencia de “arte nativo”, tanto en la música como en la danza y la cultura, enseñando de nuestro legado a generaciones de argentinos. Los Ábalos encabezaron la avanzada folklórica de los años cuarenta sobre Buenos Aires y su peña porteña fue una de las principales sedes de aquel movimiento. Dicen los hermanos Ábalos “Las primeras veces que tocamos en Buenos Aires la gente se preguntaba de qué norte veníamos. Si de Salta, Bolivia o Estados Unidos”, recordaban ellos, divertidos, y chicaneaban: “Todo empezó por Gardel. No nos gustó cómo cantaba un gato. Nos pareció que no llevaba ni el ritmo ni la melodía del verdadero gato, y pensamos que sería bueno hacerlo conocer a los porteños”. Su música llegó a los oídos de los buscadores de talento de la radio “El Mundo”, y de ahí al poco tiempo comenzaron su carrera profesional. Después llamarían a sus dos hermanos menores y, finalmente (cuatro años más tarde), a Roberto, maestro de escuela. Después, mucho después, recorrerían el mundo varias veces, llegaría la fama y la conclusión con que nació el clásico tema: “¿Y qué tal esas Europas? ¿Y esas Nuevas Yores? Y, mirá, casas más, casas menos, igualito a mi Santiago”.
“Los cinco hermanos Ábalos somos una mano, el resultado de los cinco dedos, todos diferentes, todos necesarios”, solían decir.
Cuando se les preguntaba cómo era posible que siguieran juntos después de tanto tiempo respondían siempre lo mismo: “Porque ninguno perdió su personalidad”. Y cuando agradecían a la vida por todos esos años juntos volvían a la dedicatoria de su Primer álbum, que decía “A nuestros padres, que nos enseñaron a querer las tradiciones santiagueñas. A Santiago del Estero, que nos enseñó a querer las tradiciones argentinas”. De los hermanos Ábalos nos quedan innumerables recuerdos, anécdotas y sobre todo un repertorio que incluye de las más difundidas y queridas obras del cancionero popular. Obras que perduran, obras que el paisano silba a la vera del camino. Es impresionante lo que consiguieron los Ábalos. Por un lado, consiguieron hacer aquello que realmente les apasionaba y que su destino marcaba como algo inevitable, y por otro lado consiguieron llegar muy lejos y hacer conocer nuestro canto folclórico en innumerables países y ciudades. Hoy el único que permanece con vida es el hermano Vitillo, quien hace dos programas de radio en Buenos Aires.
Algunas de sus obras se encuentran:
• Nostalgias Santiagueñas
• De mis Pagos
• Juntito al Fogón
• Agitando Pañuelos
• Zamba de los Yuyos
• Chackay Manta
• Cachy Mayo
• Chacarera del Rancho
Es importante destacar que esto no es un hasta nunca, pues ellos están presentes en todas sus obras, en cada peña donde se toca una de sus canciones, en cada anécdota que ellos vivieron y que trae alegría a los que las recuerdan. Y que mientras más los recordemos más cerca nuestro están. Esto no es un documental, pues el pueblo de Santiago puede dar cátedra de lo que fueron y lo que son los hermanos Ábalos, esto es sólo un modesto granito de arena para recordarlos, para traerlos más cerca.
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Algunos temas REVISTA FOLKLORE TURISMO Y PATRIMONIO CULTURAL
Edición Nº 90 - Mayo 2023
ALGUNOS TEMAS
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El gran chocoy
El mencho entre la leyenda y el mito
Efemérides
Abelardo Vazquez poeta
Tucumán
Misterios del Ibera
El cogollo en la tonada cuyana
La Cultural Popular y Tradicional Andina