sábado, 26 de noviembre de 2022

PAISAJE DE CATAMARCA - RAUL CHULIVER


PAISAJE DE CATAMARCA
El estreno de esta obra se produjo en el lugar y forma que paso a relatar: Edmundo
Zaldivar, -el inspirado autor del mundialmente conocido carnavalito “El
Humahuaqueño” y además excelente guitarrista integrante por largos años del conjunto
estable de Radio El Mundo– formó un conjunto folklórico que integraban: Mario
Arnedo Gallo, santiagueño, cantor y guitarrero, autor, compositor y campeón de “perder
trenes”, según él mismo se llamaba, con su natural gracejo provinciano. Esto de
campeón de perder trenes proviene de que él vivía en Hurlingam y como era
noctámbulo empedernido, nunca encontraba la hora propicia para arrancar de vuelta
para su casa. Llevaba siempre en el bolsillo, un horario de trenes que empezaba a
consultar a las once de la noche para, sistemáticamente, terminar embarcándose en el
primer tren de la mañana siguiente, cuando no terminaba recurriendo a la hospitalidad
de cualquiera de nosotros, sus amigos, que encantados de tenerlo, le brindamos albergue
por esa noche. Por las dudas siempre llevaba consigo un portafolios en el cual tenía una
muda de ropa, una máquina de afeitar, gomina, peine y agua colonia, en lugar de
papeles o partituras musicales, como podía suponerse. Justo es reconocerle que, a pesar
de sus inclinaciones nochera y bohemias, jamás se permitía ni se hubiera perdonado el
más insignificante desaliño o falta de pulcritud en su persona.
Podría escribirse un libro hablando de las mil facetas interesantes de este
extraordinario folklorista, pero hay otros integrantes del conjunto que esperan turno, a
los que también quiero rendir mi emocionado homenaje, haciéndolos desfilar por este
tinglado de los recuerdos.
Atuto Mercau Soria: A quien, Mario Arnedo, con su oportuna gracia había bautizado
de “El fácil”, caricaturizando, desde luego, los frecuentes cambios de carácter que,
según Mario, sufría Atuto. Es este gran amigo un catamarqueño bonachón, que cuando
está en vena resulta el más amable y entretenido contertulio. Buen guitarrero y cantor,
cuando recita alguna de sus glosas para ambientar una canción, con ese su cantito tan
provinciano y su modo de decir, tan criollo y tranquilón, se puede afirmar, sin temor a
equivocarse, que la canción ya tiene de antemano, ganado el aplauso del público. Es
también un inspirado autor y compositor de música folklórica, dueño de obras que
alcanzaron gran resonancia, tales como su vidalita chayera “Vamos a chayar” y su
“Zamba de la añoranza”.
Fernando Portal: Este salteño, criado en Tucumán, es un extraordinario exponente
del cancionero folklórico argentino; quizá sea el cantor más completo, ya que reúne
todas las condiciones exigibles en un buen cantor: buena voz, de timbre abaritonado,
excelente afinación, emoción, sabor telúrico y profundo conocedor de la buena técnica
del canto. No triunfó, como lo merecían sus condiciones, porque le faltó ese poquitito
de suerte que se necesita para poder triunfar, en todas las manifestaciones de la vida y
además porque él, gran enamorado del canto coral, se empeño siempre en actuar
integrando conjuntos, dirigidos por él o por otros, en lugar de hacerlo como solista.
Pienso que sobretodo esto último, fue lo que le impidió ocupar el lugar a que tenía
derecho por su talento y sus brillantes condiciones. Integró muchos conjuntos; casi
diría que, en los últimos veinte años, no hubo uno que no lo tuviera como integrante,
aunque fuera por poco tiempo. Fue el creador de “Los cantores de Quilla Huasi”,
integrando en un principio por él, Carlos Lastra, Carlos Vega Pereda y Nuñez. Cuando
el conjunto empezó a adquirir popularidad, una enfermedad que lo tuvo postrado en
cama por varios meses y otro tanto de convalecencia, lo obligó a dejar el conjunto,
dando lugar con su retiro, el ingreso de Oscar Valle.

A propósito de la inclusión de Valle, quiero destacar, en homenaje a este gran autor y
compositor argentino, cantor, guitarrista y mejor amigo, que hacía ya un tiempo que
estaba retirado de la vida artística activa y que había orientado su vida hacia el
comercio. Portal, al caer enfermo, le pidió que lo reemplazara para evitar la inminente
desintegración del conjunto. Valle accedió. Pero lo maravilloso de este generoso
amigo fue que, durante el tiempo que duró la enfermedad y convalecencia de Portal,
trabajó sin cobrar un centavo para que aquél pudiera seguir recibiendo su parte. Luego,
como Portal quedó en inferioridad física para seguir actuando, resolvió retirarse
definitivamente del conjunto, quedando Valle como integrante efectivo, lugar que ocupa
hasta la fecha. Dios premió su nobleza y generosidad porque todos los integrantes del
conjunto “Los cantores de Quilla Huasi” , -cuyo nombre, en Quichua, quiere decir “Los
cantores de la casa de la luna”-, hicieron una sólida posición económica. Algún tiempo
después se retiró del conjunto Carlos Vega Pereda, actuando en su lugar Roberto
Palmer.
Luego de esta pequeña digresión, que he creído oportuna y justiciera, en honor de mi
amigo Oscar Valle, seguiré refiriéndome a Fernando Portal. Es también autor de obras
de mucho éxito del cancionero nativista, tales como, Bombo Legüero, zamba en
colaboración con Valle; “Porqué será que parece”, en colaboración con Buenaventura
Luna; y sus más recientes “Pura tristeza”, vidala con letra del poeta salteño Manuel
Castilla, con la cual obtuvo el segundo premio en el Primer Festival Internacional de la
Canción, realizado en Salta; y más recientemente, ganador del Tercer Festival Odol de
la Canción, por Canal 13 de televisión de la Capital Federal, con su zamba “Pastor de
nubes”, también en colaboración con Castilla.
Este buen amigo, hombre generoso y sin egoísmos de ninguna naturaleza, aparecerá
todavía varias veces a lo largo de este relato, porque también fue largo el camino que
recorrimos juntos y ancho el afecto que le profeso. Estaba también con nosotros, el
catamarqueño Julio Alvarez Vieyra; buen amigo, excelente “bombisto” y profesor
indiscutido de “Locros”. Cuando el negrito Alvarez –así le llamamos nosotros- se
ponía su delantal y empezaba a manipular cacerolas y sartenes, era cuestión de empezar
a “hacer boca” con unos buenos tintos, preparando el estómago para el festín
gastronómico que se avecinaba con el locro.
Otro de los integrantes de aquel conjunto fue un muchacho sureño, llamado
Guillermo Gándara; hombre correcto y sencillo que manejaba muy bien la guitarra. Lo
perdí de vista, pero siempre conservo un grato recuerdo de él por su hombría de bien y
por haber sido copartícipe en los primeros pasos de mi Paisaje de Catamarca.
También integraron aquel conjunto, los hermanos Yacante dos catamarqueños muy
buenos cantores; uno de ellos Gustavo se volvió a su pago y allí sigue cantando,
integrando un conjunto llamado “Los arrieros de Valle Viejo”; conjunto de gran fuerza,
autenticidad y sabor telúrico. El otro hermano –Emilio- cambió de rumbo, dedicándose
a la canción melódica.
Yo completaba el conjunto, como pianista.
He sentido el impulso y la necesidad de hacer esta detallada descripción de cada uno
de los integrantes de aquel conjunto, que dirigía Edmundo Zaldivar –Cacho, para
nosotros- porque todos esos amigos contribuyeron y no en poca medida, a que esa
pequeña criatura recién nacida – Paisaje de Catamarca- diera, en firme, los primeros
pasos, para luego afirmarse en el espinoso camino del éxito.
Con ese conjunto debutamos en una confitería en Vicente López, llamada “Yaraví”,
en la que también actuaba aquel cantor español que, en su época, fue máxima expresión
del “Cante jondo” y que se llamaba Angelillo.

Era la noche de la inauguración y, con ese motivo, había una gran concurrencia de la
familia artística del cine y de la radio, por ser uno de sus dueños, la conocida actriz de
radio-teatro, Carmen Valdez.
Ante tan selecta y capacitada concurrencia, estrenamos, aquella noche, “Paisaje de
Catamarca”. Mientras los demás le hacíamos un fondo musical, Atuto Mercau Soria
recitaba una glosa que él escribiera especialmente para esta obra. Su voz gruesa,
profunda y un tanto aguardentosa –esto último no significa que sea un bebedor, pues
nunca lo fue, sino solo una característica natural de su voz- y su pronunciada tonadita
provinciana, creaban un clima de expectación y predisponía al público a escuchar con
mayor atención. Terminada la glosa, Atuto y Mario se adelantaron y, muy suave y
sentidamente, la cantaron; más la dijeron con una emoción y un sabor con que nunca
más la volví a escuchar. El éxito fue clamoroso; el público nos la hizo repetir tantas
veces que casi aprendió la letra de memoria y al final de la noche ya la cantaba junto
con nosotros. Todos los muchachos compañeros me abrazaban mientras el público
seguía aplaudiendo y fue tan enorme mi emoción y mi felicidad, que, sin poderlo evitar,
lloré como un niño.
Se cumplía así el presagio de Adolfo Abalos. Antes de un mes la cantaba, silbaba o
tarareaba, todo el pueblo. Fue tan meteórico el éxito, que ni siquiera me dio tiempo a
asimilarme. Esto creó algunas situaciones muy graciosas, como la de encontrarme en
alguna confitería donde actuaba conjuntos folklóricos y de pronto escuchar que el
animador anunciaba la presencia de la sala, de un gran folklorista argentino y mientras
yo buscaba tratando de ubicarlo, escuchaba mi nombre en boca del anunciador, con la
consiguiente vergüenza para mí.
Me encontré así con que, de la noche a la mañana, mi Paisaje de Catamarca había
hecho el milagro de sacarme del anonimato, colocando mi nombre y fotografía en
revistas, diarios, radios, peñas y también en boca de todo el pueblo que, aunque no me
conocía personalmente, ya conocía mi nombre a través de esa zamba que nació como un
saca-apuro, una noche de carnaval en que se me había agotado el repertorio. ¡Es el
mágico poder de una canción!...
Satisfacciones y emociones que me brindó a raudales. Obsequios, pergaminos,
medallas y demostraciones de toda índole. Pero yo bien sé que el éxito, al que
contribuye en gran medida el factor suerte, es contagioso. Se, también, que el público
es elitista; de modo que nada de todos esos halagos, han conseguido cambiar mi natural
modestia y sencillez.
Entre las distinciones que conservo con mayor cariño y estimación, se halla un
pergamino y medalla de oro que me obsequiaron mis hermanos y familiares más
allegados y un cuadro autografiado que me dedicó el gran pintor Benito Quinquela
Martín, junto con su autobiografía. Este cuadro me fue obsequiado en un almuerzo en
su atelier de la Boca, al que fui invitado pro mi viejo y querido amigo el escritor
catamarqueño, Académico de la Academia de Letras Argentina, profesor doctor Carlos
Villafuerte. De sobremesa se hizo un poco de música y con ese motivo toqué el piano y
por ese especial pedido de Villafuerte, mi zamba “Paisaje de Catamarca”, que fue
cantada por todos los concurrentes. Cuando terminé fui sorprendido con una invitación
a pasar a las habitaciones privadas del maestro Quinquela, donde éste me esperaba con
el cuadro y un libro de su vida, ya autografiados. La dedicatoria que le puso al cuadro,
dice: “Al amigo y creador de Paisaje de Catamarca, recuerdo de Quinquela Martín”.
Fue tan grande mi emoción como mi sorpresa; tanto que solo atiné a darle un apretado
abrazo, sin poder pronunciar una palabra, para significarle el grandísimo honor que
significaba para mí, su dedicatoria.

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